2006-11-21

Palabras del Sub Comandante I. Marcos en la Plaza de Colegio Civil

Plaza de Colegio Civil, Monterrey, Nuevo León
Acto con jóvenes.
16 de noviembre del 2006


Compañeros, compañeras, buenas tardes.

Queremos agradecer, primero que nada, a los compañeros musiqueros que abrieron pues la parte cultural de este evento. A los compañeros puesteros de Colegio Civil también, que nos están haciendo el paro. Y también pues a los jóvenes, hombres y mujeres que organizaron este evento y que nos permiten a nosotros escuchar la voz de ustedes, sus problemas y, sobre todo, sus luchas, como los compañeros de la Organización Democrática Independiente de García, aquí en Nuevo León.

Miren compañeros, lo que nosotros vemos es que esta gente de arriba nos desprecia, le damos asco. Si antes querían vernos de rodillas, con la cabeza gacha y obedeciendo, ahora ni siquiera quieren vernos. Piensan que afeamos su ciudad, su país, sus negocios.

Se les olvida que a la hora que nos están persiguiendo, la policía cuando llega a atacar a los puesteros de Colegio Civil o cuando persigue a la banda por el graffiti o nada más porque existen. Porque están reunidos en una calle, a veces con el pretexto del toque de queda y a veces ni siquiera con ese pretexto. Nada más por que se peinan diferente, se visten diferente o porque son diferentes y les dan asco y les dan desprecio.

Así como a los puesteros de Texcoco, a los floristas, los atacaron por eso, que provocó toda la injusticia que ahora se vive en Atenco.

Así como a las mujeres las agraden nada más porque son mujeres, a tortearlas, a agredirlas, incluso a matarlas, como nos han explicado que pasa aquí en Nuevo León.

Y resulta que nosotros venimos desde las montañas del Sureste mexicano, somos indígenas y nos pasa lo mismo. Nos desprecian por nuestro color, les damos asco por nuestra estatura, por nuestra forma de vestir y por nuestra lengua.

Y cada vez que pasa algo, siempre la policía en lugar de estar buscando —como ésos que están allá—, a quienes mataron a sus jefes, nos están buscando a nosotros y vigilándonos para ver si vamos a hacer algún mal, como si la gente que trabaja en esta ciudad le estuviera haciendo un mal.

Y ellos quieren remodelar todo esto. Y se les olvida que esa tienda puede vender porque tiene empleados, gente como nosotros que está vendiendo las cosas.

Y esos que se transportan en esos autobuses, que es gente humilde y sencilla, lo puede hacer porque hay un chofer que los puede mover.

¿Y qué van a hacer si no tienen trabajadores, si no tienen trabajadoras? Si les gusta, si les disgusta perdón, nuestra forma de ser. No les importa el corazón que tenemos ni nuestra dignidad, ni nuestro conocimiento, ni nuestro trabajo, sino que no seamos diferentes a lo que ellos quieren que seamos.

No es cierto como pasó a decir alguien aquí, que alguien se viste, se peina o se pone percings o tatuajes por una moda. No es cierto, lo hemos aprendido a lo largo de nuestro recorrido por la República. Es una forma en que cada quien está diciendo: “esto soy”. Y a la hora de decir “esto soy”, está diciendo: “estoy en contra de ti, del que estás arriba, es mi forma de protestar”.

Ese percing, ese tatuaje, ese peinado, esa música, esa forma de vestir, es una forma de rebeldía, es una posición política, es la forma en la que estamos diciendo somos rebeldes. Estamos diciendo “no” a tu sistema, a tu sistema de valores, a tu sistema de explotación, que es el mismo sistema que deja sin escuela a los niños, el mismo que está destruyendo la naturaleza —como nos explicaron los compañeros de la Organización Democrática Independiente—.

Es el mismo sistema que pretende desalojar a los puesteros para poner un gran centro comercial, un centro comercial al que no vamos a poder asistir nadie de la gente de abajo, y sólo la gente que gane bien, que se vista bien, que huele bien —según ellos allá arriba— va a poder entrar ahí.

¿Y los demás? Y los trabajadores y las trabajadoras y la gente que no tiene la paga lo suficiente, la gente que sabe que es mejor lo que se vende en esos puestos que lo que se vende en los grandes centros comerciales. Porque además esa gente está eligiendo una forma de vivir digna, porque si fueran delincuentes o criminales serían gobernadores del estado de Nuevo León, como González Páras, que ya lo vimos ayer en Río Verde.

Aquí, en esta plaza, no está la gente a la que hay que regañar porque no está luchando, está aquí precisamente porque está luchando y se está haciendo una pregunta. Se está preguntando a qué vinieron los zapatistas, a qué vino la Otra Campaña y de qué se trata esto. Porque ya antes otros han pasado aquí, y esos movimientos han terminado en un líder que se encumbra, que se corrompe, que se vende, mientras las cosas siguen abajo.

Y esa es la pregunta que nosotros venimos a hacerles compañeros y compañeras, porque nosotros —yo hablo a nombre de los indígenas zapatistas, de las indígenas zapatistas— estamos buscando el otro país, al otro país que está abajo y estamos buscando a la gente que lucha, no a la gente que está conforme.

Y no porque queramos mandarla, pero tampoco queremos que nos manden, queremos hacer un trato: que luchemos juntos, porque va a llegar el día que este gran sueño irreal que han construido aquí en Monterrey los grandes poderosos, se va a derrumbar. Y alguien va a llegar a decirnos que ya cambiaron las cosas, que ahora es otro el quien nos manda.

Y nosotros pensamos igual que los jóvenes libertarios, anarquistas, comunistas, punks, darketos, metaleros, lo que sea cada quien, no estamos buscando quién nos mande.

Queremos tener una sociedad donde nadie nos diga cómo tenemos que vestirnos, cómo tenemos que pensar, cómo hablar, cómo deben vestirse las mujeres o cómo deben comportarse o cuál es su lugar.

Queremos un lugar, un país, donde cada uno pueda decidir qué es lo que tiene que hacer con su vida, que eso y no otra cosa es lo que se llama la libertad.
Y a nosotros como pueblos indios nos han hecho eso una y otra vez. Nos dicen: “pelea, lucha, muere”. Y al final viene otro y las cosas siguen igual para nosotros.

Y nosotros no queremos un país donde sigan humillándose a los pueblos indios, donde se siga persiguiendo a los jóvenes, donde se siga haciendo violencia contra las mujeres, donde se siga despreciando a los ancianos, donde se siga viendo a la diferencia sexual como un delito, como algo que hay que esconder.

Nosotros queremos un país donde pueda ser cada quien lo que es, sin que nadie le esté regañando, golpeando, matando, metiendo a la cárcel o desapareciendo.

Miren compañeros jóvenes, nos gritan en la familia, nos gritan en la escuela, nos gritan en las calles, nos pegan y nos reprimen en uno y otro lado.

Y hace rato cuando íbamos llegando, un compañero joven me decía así a la pasada: “nos golpearon porque somos jóvenes y porque tenemos un tatuaje”. Y trae la herida todavía en la cabeza. “No hicimos nada más que ser jóvenes”.

Y ese compañero, esa compañera, se está dando cuenta que lo están golpeando nada más porque es un joven y porque es diferente. No hay ningún delito que tenga, más que un calendario que lo marca todavía así como es. Y sí es cierto que ese calendario no importa, cuando tenga 30, 40, 50, 60 años, va a decir: “todavía así soy”. Porque aquí el problema de la valentía no es tomar un arma, sino seguir siendo cada quien que es, desafiando lo que sea.

Porque sí es cierto que hay segregación, desprecio y represión al que traiga un percing, al que se peine de otra forma, al que se pinte el cabello de colores, al que traiga un tatuaje que se vea. Pero hay gente que como quiera lo hace, porque dice: “así soy y lo que yo tengo adentro en mi corazón no tiene que ver con eso”.

Porque hay gente que se espanta y que tiene desprecio para cuando ve a alguien que se viste así. Y si en una calle, en una parte de la acera, topa con un grupo de jóvenes o mujeres que se vistan como se visten los jóvenes, y del otro lado está la patrulla esa P622 que está allá atrás, se van a cruzar la calle y piensan que del otro lado es donde está la seguridad. Y resulta que no, que son esos policías los que extorsionan, los que violan, los que agraden.

Nosotros queremos un mundo donde cualquiera de las mujeres que está aquí se pueda vestir como le de la gana y eso no signifique que la vayan a agredir, a insultar, a golpear, a violar y a asesinar.

Queremos un mundo donde las mujeres y los hombres ya de edad, ancianos, no sean vistos como, con desprecio, como si fueran, sólo sirvieran para recibir limosna, caridad o lástima.

Queremos un lugar donde las universidades se pueda estudiar con dignidad y al final de todo haya un trabajo digno para cada quien.

Queremos un país donde cada quien valga por lo que es, no por lo que aparenta. Porque si a ésas vamos, ésos que se visten muy bien y que aparentan que son gente decente lo hemos descubierto, a veces a través de los grandes medios, a veces de los rumores que corren por abajo, que es la gente más criminal, la que agrede a los niños sexualmente y a la niñas.

Ésos que dicen que son los representantes de la decencia, son los más indecentes que tiene este país. Y la mayoría de ellos son políticos: presidentes municipales, diputados locales, senadores federales, diputados federales, gobernadores del estado y presidentes de la República como Vicente Fox y Martha Sahagún, y ahora Felipe Calderón.

Nosotros estamos viendo todo eso, y no queremos crear un movimiento donde alguien mande. Queremos crear un movimiento donde nos unamos todos y nos pongamos de acuerdo para que nadie nunca más nos diga lo que tenemos que hacer.

Cuando podamos decir: “no”. Para poder decir “no” sin que eso signifique un golpe, una bala, una cárcel.

Que podamos defender la naturaleza en el municipio de García.

Que podamos vivir dignamente y vender buenas cosas en Colegio Civil.

Que podamos estudiar en la Autónoma de Nuevo León o en cualquier universidad y no estar pagando por estar en una cárcel.

Poder tener un trabajo a la hora de salir. Poder subirse a un autobús, ir a un evento deportivo o a una diversión, a cualquier hora del día sin temor de que te van a agredir, que te van a violar, que te van a golpear, que te van a meter a la cárcel.

Todos y cada uno de nosotros hemos vivido esto, por indígenas, por jóvenes, por mujeres, por ancianos, por estudiantes. En resumen: porque somos gente de abajo, que está diciendo que no.

Hay mucha más gente en Monterrey, en Nuevo León, que está siendo explotada, pero dentro de todos esos hay unos que dicen: “ya no, ya basta”.

Pero ¿qué voy a hacer con mi lucha yo solo?, ¿cómo voy a enfrentar a la policía, a los gobiernos, a sus leyes, a todos los funcionarios que nos humillan? A todos éstos que quieren hacer de la ciudad de Monterrey como si fuera un domo que estuviera separado del resto del país o del resto de la realidad, donde no hubiera gente fea, morena, cochina, apestosa, o sea, nosotros.

¿Qué vamos a hacer? compañeros y compañeras, es lo que venimos a preguntar. Porque nosotros les estamos proponiendo un trato, un trato de iguales, de compañeros, no de subordinación, no de que nos obedezcan, pero tampoco los vamos a obedecer nosotros.

Nosotros queremos lo mismo que ustedes: que nos dejen en paz, que nos dejen ser indígenas, que nos dejen cosechar la tierra, crecer, vivir con dignidad, aprender, guardar nuestra cultura y poder salir a cualquier lugar con nuestra ropa, con nuestro color y con nuestra lengua y ser tratados como seres humanos, no como seres inferiores o como animales —que así nos trataban en Chiapas antes del alzamiento—.

Nosotros pensamos que ustedes como jóvenes, como puesteros, vendedores ambulantes o comerciantes —como le digan— como organización que defiende el medio ambiente en uno, en otro lado; que defiende las luchas en las colonias populares por servicios; que cada quien en su lugar construya su destino. Y, antes de eso, para poder triunfar, unamos nuestras rebeldías, sin que una esté encima de la otra, sin que una represente más importancia que la otra, sino que en este movimiento podamos, como iguales, unir nuestras fuerzas y enfrentar lo que está allá arriba.

No enfrentarlo para que nos dejen un pedazo de tiempo para vivir tranquilos, enfrentarlos para acabar definitivamente con ellos: con lo políticos, con los grandes empresarios.

Y entonces volver a organizar todo: que las calles sean de la gente y no de los automóviles. Que las ciudades sean de la gente que las habita y que las trabaja y no de la gente que las explota, la gente que las convierte en una mercancía.

Que la gente decida qué hacer con un cerro o con un árbol, o con un manantial de agua, y no el que tiene dinero, sino el que tiene la razón, poniéndose de acuerdo entre todos.

Nosotros queremos proponerles eso. Ese lugar donde podemos unirnos, nosotros le decimos la Otra Campaña. Donde todos somos iguales, todos somos compañeros y compañeras. Créanme que nosotros pensamos como zapatistas que no hay otro lugar igual en este país, ni en la historia de la humanidad, donde esto se pueda hacer con honestidad y con verdad.

Tal vez alguno de ustedes piensa, si este movimiento va a acabar con Marcos como presidente o como dueño de una empresa. Nosotros no estamos queriendo eso —así como dijeron los compañeros de la Organización Democrática Independiente—, a nosotros nos mandaron a escucharlos, a conocerlos y a hacerles esta propuesta. Y si viera que están de acuerdo podamos ser compañeros.

Y cuando luchen los jóvenes y las jóvenas, aquí en las calles de Monterrey, sepan que tienen un compañero y una compañera de la misma edad allá en las montañas del Sureste mexicano, que ni siquiera habla español, que tiene un pasamontañas y que es zapatista por decisión propia, así como por decisión propia se pusieron esos lentes, ese percing, ese tatuaje, ese peinado, lo que es cada quien.

Así como eligieron su opción política, comunista, socialista, anarquista, libertaria, o lo que es cada uno sin tener que definirse.

Así como cada quien decide esa libertad de lucha, nosotros decidimos la nuestra. Y ahora queremos unir esa libertad de lucha con la suya, con la de ustedes.

Y a la hora que peleemos nosotros, por métodos civiles y pacíficos —de eso se trata todo esto—, tengan ustedes la seguridad que estaremos a su lado aunque estemos retirados.

Y entonces el puente que se va a construir entre esta plaza, entre Colegio Civil, entre el municipio de García, entre la Universidad Autónoma de Nuevo León, entre este templete donde tocan los musiqueros que tienen otra forma de luchar también por medio de la música; o en ese graffiti que hay que hacer rápidamente, cronometrado, para que no le cargan la granadera o para que el semáforo no se ponga en verde; va a poder tender un puente hacia la lucha del sureste mexicano de esas montañas. Y allá con nuestro modo seremos compañeros.

Y entonces podremos construir en todo el país, en todo el país, un movimiento que por primera vez ponga a temblar el sistema entero y termine derrumbado, que eso es lo que queremos.

No estamos pidiendo migajas, estamos exigiendo y vamos a tomar lo que es nuestro. Y lo que es nuestro es la libertad que nos han quitado, es la justicia que han comprado y es la democracia que han convertido en un espectáculo mediático para poder imponer a un candidato que es Felipe Calderón.

Nosotros, compañeros y compañeras, venimos a Monterrey a invitarlos a derrocar al gobierno, a todos los gobiernos. A echar a los ricos de este país, de esta ciudad, de ese estado. Y a volver a construir una relación de iguales, de respeto entre hombres y mujeres, entre niños, jóvenes, ancianos y adultos. Una nueva relación en un nuevo país.

Gracias compañeros, gracias compañeras.
Puedes escuchar el audio de esta y todas las actividades en las que estuvo presente la Karavana Zapatatista en su visita a Nuevo León en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/la-otra-campana/578/

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